jueves, 12 de enero de 2017

¡Vamos a la Feria!

Hay cosas que por muchos años que pasen, siguen siendo igual. Si pudiésemos hacer un símil con la literatura, diría que son un clásico, y que como tal, tiene un carisma excepcional de atemporalidad.
El título de esta entrada os habrá dado la pista de lo que os estoy hablando.

¿Quien no ha ido a la feria alguna vez en su vida?

Además, hay que reconocer que la feria tiene un encanto especial, que tanto es atractiva para los pequeños, como para los no tan pequeños.
Yo recuerdo que, en mis años de niña, lo pasaba en grande, entre todo aquel jolgorio de ruido, música, globos, vaivenes, vueltas, tómbolas, tiovivos, trenecitos, casas encantadas.
Al entrar, entre las casetas, cada una de su atracción y con su música y su ruido particular, me parecía que estaba entrando como en otra vida, en una dimensión distinta.

En mi barrio ponían una feria muy grande, coincidiendo con su fiesta mayor, para San Andrés (el 30 de Noviembre).
Todas las atracciones que instalaban, me gustaban, sin excepción, todas, aunque claro está, que tenía mis preferencias, mi favorito siempre ha sido el carrusel de caballitos. Era una delicia dejarse llevar del movimiento giratorio y de la música que lo acompañaba. Aún ahora, cierro los ojos y recuerdo aquellos momentos.

¡Y vuelvo a tener 6 años!

No sé, por qué motivo, me viene una canción en concreto, pues no siempre había la misma música, ni en todas las atracciones, ni mucho menos en diferentes años, pero a mí, el recuerdo, siempre vuelve con una canción de Demis Roussos ("Goodbye my love").
Es una pena, que ya no esté entre nosotros. Aunque nos ha dejado un magnífico legado en su música.

Las tómbolas siempre fueron mi "oveja negra", nunca me tocó nada, ni de pequeña, ni de mayor. Me quedaba maravillada de como a la gente le tocaba de todo. Se iban cargados de cosas. En cambio a mi, solo me daban chicles y alguna piruleta, eso con mucha suerte, que otras veces ni siquiera eso.

Recuerdo que una vez, ya mayorcita, me empeñé en que quería una muñeca de trapo, la mítica "chochona". Y compraba papeletas y más papeletas, y no me tocaba nada.
Fijaos si llegué a comprar, que el señor de la tómbola, se compadeció de mí y de mi mala suerte, y me regaló una, pues la había pagado con creces con tanta papeleta. Pero tocarme, por mi "buena suerte" nada de nada.

Otro peluche que me gustaba mucho y que tampoco me tocó nunca, y en este caso no me regalaron, era "el perrito piloto".

Pero bueno, también había otras cosas de la feria que me gustaban y estaban más accesibles, como el algodón de azúcar, las garrapiñadas, el coco, las manzanas con caramelo...

¡Que buenos ratos pasaba en la feria!.

 Bueno, para hacer honor a la verdad, a veces todavía voy, y es que como ya os he dicho, para mí por lo menos, tiene un encanto único.

Como todo en esta vida, el origen de la feria, se remonta a mucho tiempo atrás, en este caso, a la Baja Edad Media, o lo que es lo mismo, sobre el siglo XV.

Al principio, las ferias fueron un fenómeno económico, de la Europa Occidental. Consistía en una confluencia organizada de numerosos mercaderes, en una localidad, en la que establecían tratos comerciales durante varios dias, y con una periodicidad, normalmente anual.

Más tarde, las ferias, evolucionaron e incluyeron eventos festivos, con puestos de venta, de artículos variados, ganado y atracciones.
detalle de caballitos de carrusel


¡que bellos recuerdos!

Un abrazo a todas y hasta otro ratito😉

2 comentarios:

  1. Me encantaba ir a la feria! nunca me tocó nada jajajaja pero mi hermano mayor los ganaba y me los regalaba para que no llorara! Fui una mimada! Un besito

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  2. ¡Que bonito recuerdo el de tu hermano mayor!, muchas gracias por compartirlo con nosotras querida amiga. Un abrazo.

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