martes, 30 de mayo de 2017

Nancy profesora

Dicen que "Recordar es volver a vivir" y en cierto modo es verdad.
Estábamos esta tarde, mi familia y yo misma recordando a nuestros profesores de la infancia, y entre anécdota y anécdota, la memoria "vuela" a aquellos días tan lejanos ya, cuando empezábamos a leer y a escribir.

Recuerdo a la señorita Eva, con sus gafas de concha, sentada ante su mesa, y a su izquierda, una "fila" de niños y niñas, entre los que me encontraba yo, cada uno con nuestra cartilla de lectura, en la mano, esperando el turno para leer con ella.
Aquella mujer fue, sin proponérselo, una persona importante en mi vida. Ya que con su buen hacer, me enseñó a leer, y con ello, me "abrió las puertas al mundo"

Yo no puedo entender, a estas alturas, en pleno siglo XXI, que aún haya personas que no saben leer, siempre se puede aprender, si no se pudo de niño, es "obligado" buscar el momento y lugar, a lo largo de la vida para hacerlo, nunca es tarde. Hay una parte de nuestra población que piensa que "eso de estudiar es cosa de niños y de jóvenes"
Pues señoras y señores, aquí y ahora les comunico que "de eso nada". La vida es un continuo aprendizaje, en todos los sentidos, y por supuesto el académico está incluido en el lote. Así que, él o la que tenga la idea equivocada de que tiene "muchos años y no le queda nada que aprender en esta vida", ni se imagina todo lo que se está perdiendo.

Por suerte para nosotros, en nuestro país tenemos estos servicios al alcance de todos, además de que es obligado escolarizar a nuestros niños.

No siempre fue así. No hace tantos años, ir a la escuela estaba al alcance de unos pocos, y los libros eran "un lujo" que la gente en general, no se podía "costear"( particularmente pienso que a día de hoy, los libros siguen siendo "caros", sobre todo los de obligada adquisición, como son, los de nuestros hijos, los de texto).

Yo tuve mis propios libros y cuadernos, pero aún y así, en aquellos años, no era tan fácil, el acceso a la cultura, a los libros, como lo es ahora.

Mi hija, por ejemplo, igual que vuestros hijos, ha tenido la suerte de crecer en una sociedad desarrollada, donde el acceso a la cultura ya no es "una casualidad"  es "un derecho". Ha disfrutado y leído libros "a granel" todos los que ha querido y ha tenido tiempo de leer, y sigue leyendo, por supuesto.

"Las bibliotecas son un gran invento amigas". Yo recuerdo que en mi adolescencia, con 14 años, tuve la oportunidad de hacerme un carnet de biblioteca, en una entidad privada. Era una caja de ahorros, y era un acceso restringido, sólo para sus clientes.
Recuerdo cuando entré en aquella sala, que no era muy grande, pero que a mí, se me antojó "enorme", me quedé embelesada, mirando las estanterías "llenas a reventar" de libros, apretados unos contra otros, parecía que se "empujaran".

Aquello me encantó chicas, nunca hasta entonces había visto tantos libros juntos, y lo que era mejor, podía cogerlos, podía leerlos y si demostraba que era "de fiar" me los podía llevar a casa para seguir leyéndolos.

¡Cuantos cuentos! hemos leido mi Nancy y yo, bueno y todas mis otras muñecas, porque nuestro juego "favorito" era el de "las señoritas". Que consistía en imitar a mi señorita Eva, y era yo la  que enseñaba a leer a mis muñecas. Seguro que esto a vosotras "os suena".

Mi marido recuerda que tuvo un profesor, Don Mariano, que les daba clase "con un libro para todos", pues sí, parece de película antigüa, pero es del todo verdad. Él creció en un pueblecito, no muy grande (entonces), que ya era "un lujo" que tuviese una escuela. Pero los libros eran un bien "escasísimo".
Don Mariano era un personaje "singular", cuenta mi esposo, que no era del pueblo, estaba destinado allí por su trabajo de profesor, por lo que vivía en una pensión.
Era un hombre tranquilo, muy tranquilo, cualidad "valiosísima" para desempeñar su trabajo, porque los niños, ya sabemos como somos, y digo somos, y digo bien, creo, porque todos fuimos niños alguna vez.
Pues Don Mariano tenía esa tranquilidad que le caracterizaba, que llegaba a extremos tales que, si por ejemplo llovía y le cogía el chaparrón en medio de la calle, él no se inmutaba, seguía con su paso "pausado", tranquilo, ¡le daba igual!.

Alguna vez, esto le ocurrió camino de la escuela, y llegaba "hecho una sopa", se quitaba la chaqueta y el sombrero, que tenía por costumbre usar, y los colgaba del perchero chorreando agua.
Y de esta guisa, el bueno de Don Mariano daba sus clases.

La verdad es que tenía que ser de "risa" ver a un señor "aaalto" porque era muy alto y delgado, plantado allí delante "mojado hasta el tuétano" con esa actitud "impasible"
Mi marido lo recuerda como un buen hombre, y por lo que cuenta no cabe duda, que así era.

También nos ha contado, que más tarde tuvo otro profesor, se llamaba Antonio, que era la "antítesis"de Don Mariano, vamos como decir que se parecían, como se parece un huevo a una coliflor. Era un personaje cruel, el típico que paga con los pequeños sus frustraciones y sus carencias, mi marido recuerda que era de los que disfrutaba "dando palos" y castigando a los niños por todo, con cualquier excusa.
Personalmente creo que para hacer una labor tan difícil, como es educar a los niños, enseñarles conocimientos útiles que necesitarán a lo largo de su vida y valores morales. La persona que dedica su tiempo a este trabajo "encomiable" debería de hacerlo por vocación. Un buen profesor o profesora, a mi entender "nace".

Ya os he comentado que yo jugaba a "señoritas", me encantaba, pero nunca pensé en ser profesora.

Los "peques"merecen recibir de sus mayores, padres, profesores, abuelos, etc, lo mejor y de la mejor manera posible.
No vale cualquiera, se necesita mucha paciencia, mucha dedicación, mucho amor, que no todo el mundo está capacitado para dar.
"Paradójicamente" la carrera universitaria de magisterio, es una de las más cortas en cuanto a estudios a realizar.
Y hasta hace bien poco la "educación infantil" ni siquiera tenía un apartado, digamos propio, dentro del sistema educativo. Siendo esos "primeros años" los que sientan las bases, que marcarán el futuro de todos los siguientes.

¡Que mal se hacen algunas cosas amigas! y vosotras ¿qué opinais?

De pequeñita yo, también tengo recuerdos no tan buenos, como el de la señorita Eva, veréis:
Había una monitora,que no era profesora, sólo estaba para ayudar, la llamaban "Julita", pues bien, a esta le divertía no dejarnos ir al lavabo, cuando se lo pedíamos, entre otras "barrabasadas".
En aquellos tiempos yo tenía 6 o 7 años. Pues bueno, una de las veces que le pedí permiso y me dijo que no, tenía una urgencia importante, así que fuí de todas formas.
Cuando volví, además de pegarme "un bofetón", me encerró en una habitación, que llamaban "el archivo" que estaba llena de mesas, de pupitres, unos encima de otros.
¡Ya veis! encerrar a una niña de 7 años, en un lugar casi a oscuras, sola, con un montón  de muebles, que podían caerme encima y hacerme mucho daño.

Pero lo peor fue que se olvidó de mi persona, yo como era bastante tranquila, me dormí allí dentro, no hacía  ruido, y cuando llegó la hora de irse a casa, no vino a buscarme ¡la muy cretina!
Cuando mi madre me reclamó en la entrada y le dijeron que no estaba, "puso el grito en el cielo" y otra profesora, la señorita Maria, fue la que después de poner patas arriba el colegio, me encontró durmiendo.
Cuando le conté lo que había pasado y porqué estaba allí, no daba crédito a mi "historia" pero fueron muchos, después de mi, contando historias parecidas, pues con todos hacía lo mismo esta <<señorita>>

Después de  aquello, no la volvimos a ver, a lo mejor cambió de oficio y se dedicó a cuidar ¡bolsas de basura! que seguro no la molestaban y estaban más acorde con su "personalidad".

Ahora, quisiera hacer un aparte, para hablaros de otra persona, que poco o nada tiene que ver, con la "moza" de antes. Como él decía: "esto es harina de otro costal". Pues sí, él también lo era.

Se llamaba Pablo Rigual, a pesar de que su vocación era la de sacerdote, no llegó a ordenarse porque, estando en el seminario tuvo un accidente, que le costó perder una pierna, por lo que fue apartado del oficio (sí, estaréis pensando que tiene que ver una cosa con otra, yo y todo el que lo conoció se preguntó lo mismo, pero así fue como pasó).

Después de aquello, orientó sus estudios al derecho, y se licenció, pero nunca ejerció como abogado, porque descubrió que "había que mentir mucho" y no le gustaba mentir.

Fue entonces cuando decidió poner al servicio de la docencia, todo lo que había aprendido en el seminario y en la facultad de derecho.
Fue una persona muy instruida y muy inteligente. Le podías preguntar cualquier cosa, lo que fuera, de la materia que fuese. Siempre te daba una explicación a tus preguntas.

Con él aprendí literatura,gramática,geografía, religión, ética, francés, latín y dibujo artístico. Y un montón de cosas que no se encuentran en los libros, pero que eran ¡lecciones de vida!

Era natural de Granada, amaba profundamente  su tierra, y en alguna ocasión me dijo: ¡ no te puedes morir sin haber visto Granada!. Habrá que ir, porque todavía no le he dado el gusto.

Don Pablo, así le llamábamos, fue una gran persona, muy comprometida con su profesión. Le gustaba la gente, hablar con ellos, contar mil y una historias, anécdotas...

En mi despertó la curiosidad primero y el amor después, hacia la literatura, los libros (siempre me dijo que yo era de letras). Adoraba los libros y los sellos, tenía una colección "inconmensurable" de ellos, también coleccionaba "botellines" de aquellos que eran reproducciones de las botellas de licor, pero en "pequeñito".
No se, se me acaban los adjetivos, todo aquel que lo conoció, fue su amigo, tenía amigos hasta en el "infierno".
Espero que ahora se encuentre "en el cielo", supe que ya no está entre nosotros, no se cuando ni como fue, pero ya no está aquí. Se marchó bastante pronto, dejándonos un poco "huérfanos" a todos los que tuvimos la suerte de conocerle. El mundo era un lugar mejor cuando él lo habitaba.
Lo sentí profundamente, como si se hubiese tratado de mi padre.

¡Ya veis amigas!, profesores y profesoras diferentes... tantos como personas.
Mi experiencia personal en este sentido, tiene un resultado positivo, por suerte para mí, las profesoras y profesores que tuve a lo largo de mi etapa de estudiante, fueron, en su "mayoría" buenos profesionales.

Pero yo les pediría, de corazón, a las nuevas generaciones, de que si han de dedicarse a este "noble" oficio, lo hagan "por vocación" o por lo menos "de corazón" para que los niños, cuando ya no lo sean tanto, puedan contar su experiencia escolar desde el cariño y con alegría.

No olvidemos que "una buena infancia es un buen recuerdo".

Un abrazo a todas.





2 comentarios:

  1. Maravillosa entrada, me has emocionado mucho. Se nota que escribes con el corazón. Yo también tuve buenos y malos profesores, pero en general siempre hay alguno que te hace tener un buen recuerdo de ellos, por muy malos que fueran los demás. Muchas gracias por tu blog. Un beso fuerte.

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    1. Gracias a ti Conchi por tus palabras y por compartir tu tiempo con todas nosotras. Caterina.

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